Acerca de mi


Me considero una lectora empedernida, de mis hobbies es uno de los que me resisto a abandonar, siempre intento sacar tiempo para leer un rato aún teniendo dos hijos pequeños.
Recuerdo con total claridad el día que empecé a leer. En mi casa siempre hubo libros y cuentos pero mis padres andaban muy atareados para leérmelos. Había una colección de libros de Walt Disney, con bonitos dibujos de la Cenicienta, de Blancanieves,  el problema es que la letra era de imprenta y aburrida de pasar las páginas para ver solos las ilustraciones, me moría por saber lo que ponía. No es que ese día me iluminara la Virgen y arrancase a leer como por arte de magia, deduzco que ya había hecho todos los previos a la lectura y lo que sí recuerdo es que había una “g” igualita a esta, y que le pregunté a mi madre que estaba en la cocina para no variar “¿Qué letra es esta?” y ella respondió: “una g”. Entonces fue como si se abriesen las puertas del cielo y arranqué a leer. Que nadie me pregunte la palabra que había escrita…
Mis padres fueron socios del círculo de lectores a temporadas (¿en qué casa no hay libros del círculo?), recuerdo con expectación cada vez que llegaba la revista, mi madre me dejaba escoger un libro. Hay  uno que conservo con gran cariño, una edición de cuentos de Hans Christian Andersen.  Tendría unos diez años y me quedé absolutamente cautivada por la Vendedora de fósforos, El soldadito de Plomo, El Ángel (que cuento más triste…), La princesa de las Nieves… Eran los cuentos originales traducidos, nada de adaptaciones para niños pequeños.
Más tarde, como la mayoría de niños amantes de la lectura, empecé a leer todo lo que había por casa, primero los de mi hermana, seis años mayor que yo. Las colecciones de Santa Clara y de Torres de Malory de Enid Blyton . Y lo que me abrió las puertas del cielo por segunda vez fue el carnet de la biblioteca ¡Cuántos libros juntos!
Durante años he disfrutado del placer de revolver en las estanterías buscando nuevos títulos que leer. Me gusta la narrativa en general, quizá el género que menos me guste es el policíaco y el thriller pero no me importa siempre y cuando me entretenga.  Aunque siento especial debilidad por  autor@s hindús y orientales por ese motivo he hecho dos páginas a parte.
Cuando nacieron mis hijos, sobretodo la segunda, pensé que no podría volver a leer hasta que cumplieran los dieciocho, más que por falta de tiempo por falta de libros. Me gusta ir a la biblioteca sola y con dos hijos de menos de dos años, eso era bastante complicado. Así que mi marido me convenció para hacerme el mejor de los regalos (el mejor de los regalos para una devoradora de libros) un e-reader. De esto hace año y medio y aún así me resistí: “es que no es igual que leer un formato en papel… ¿y el olor? ¿y el valor sentimental?” todas estas chorradas (siento si alguien se ofende) que los lectores apelamos cuando desconocemos “el chollo” de tener un lector electrónico. Cuando vi la cantidad de libros que había en este formato por la red se me pusieron los ojos como platos. Adiós al romanticismo literario, adiós a la tala de árboles en pos de la literatura. ¡Qué olor ni qué valor sentimental!, los libros se leen y punto, se guardan en papel a criar polvo por no tirarlos a la basura porque cuestan un dineral. ¿Cuántos libros nos hemos arrepentido de comprar? ¿Cuántos bodrios nos hemos leído los lectores empedernidos incluso habiéndolos sacado de la biblioteca, por aquello de “ya que lo tengo, me lo acabo que no es tan tostón”?
He de reconocer que guardo tres con valor sentimental (sí sí yo también tengo sentimientos). El libro de cuentos de Andersen, Las cenizas de Ángela de Frank McCourt que compró mi madre en un mercadillo de libros, Desde mi cielo de Alice Sebold que me llamó la atención el título al poco de morir ella, y que no me decepcionó.
El objetivo de este blog es recomendar y comentar libros, destriparlos vamos.