martes, 8 de noviembre de 2011

El ocupante

La primera novela (y tercera de la autora) que me leí de Sarah Waters fue Falsa identidad, una intrigante historia de misterio ambientada en el Londres del s.XIX donde nadie es quien dice ser. Su lectura me cautivó al instante, no sólo por su argumento y por su estilo fluido y natural. Sarah Waters además de ser un icono dentro de la cultura lésbica es una escritora de calidad que llega a todos los públicos, tiene el don de fotografiar y radiografiar a sus personajes. Para ello los rodea del ambiente adecuado, evocando, sugiriendo y describiendo cada detalle a través de una variada riqueza narrativa. Es este bajo mi opinión, el mejor de sus libro cuya trama va tejiendo como una telaraña y cuyo argumento a mitad de la narración hace un giro de ciento ochenta grados dejando al lector gratamente sorprendido.
Afinidad fue su segunda novela, aunque la leí hace escasamente quince días (durante un tiempo la estuve buscando en la FNAC pero al parecer fue publicada su traducción al castellano en la ed. Anagrama en 2005, dos años después de la publicación de Falsa identidad). Ambientada también a finales del s. XIX en pleno auge espiritista, trata de la relación entre una supuesta medium encarcelada por agresión y una joven adinerada que la visita tras el fallecimiento de su padre y su posterior intento de suicidio. Fue una novela grata de leer aunque en ciertos momentos me resultó un poco pesada y cuyo final me vi venir...
El lustre de la perla fue su primera novela y a pesar de pertenecer a la temática histórica y ambientada en los albores del siglo XIX no narra una historia de misterio sino una historia de amor lésbico. Es una novela interesante y entretenida, describe la pérdida de la inocencia y el descenso de una joven a los ambientes marginales más bajos de la época.
De Ronda nocturna no recuerdo mucho más que me resultó una decepción. Algunos la catalogan como la mejor novela de la autora. Ambientada esta vez tras la 2ª guerra mundial,  se aleja de la temática de suspense que suele caracterizarla y ahonda más en la psicología social.
Estaba esperando como agua de mayo su último libro El ocupante, había leído buenas críticas sobre él (un lector empedernido me resumía con esta frase lo que me había sucedido tras la lectura de esta novela: mientes más que la contraportada de un best-seller o algo similar) y Sarah Waters, por si no se ha notado, es una de mis autoras favoritas. Así que a puntito estuve de comprármelo en edición digital hasta que recurrí a la biblioteca y a su servicio de préstamo interbibliotecario, por el módico precio de 1,20€ (que fueron 2,40€ porque también solicité el de Afinidad) me dispuse a poner ojos a la obra.
Esta es la sinopsis sacada del mismo libro de la editorial Anagrama:
"Un polvoriento día de verano llaman al doctor Faraday a Hundreds Hall, la mansión de los Ayres, en el desolado centro de una Inglaterra de posguerra que está cambiando aceleradamente. Faraday ya había estado allí cuando era un niño y su madre era una de las criadas de la casa. Se había colado como un pequeño fantasma en las regias habitaciones y, fascinado por tanta belleza, había roto una moldura de los artesonados de un corredor y se la había llevado. Ahora, gracias a los sacrificios de sus padres, es médico, aunque con una posición social no muy cómoda en el rígido sistema de clases inglés, y piensa que esta visita es un golpe de suerte. Pero Hundreds Hall, como sus dueños, ya no es más que la sombra de sí misma. Las tapicerías cuelgan en jirones, la carcoma se ceba en el interior de la casa y las malas hierbas arrasan los jardines. La señora Ayres aún es una señora elegante, que mantiene como puede su dignidad, aunque viva entre paredes desconchadas, sillones desvencijados y alfombras raídas. Roderick, su hijo, ha vuelto de la guerra cojo, lleno de dolores y cicatrices, enfermo de los nervios. Se ocupa como puede, y puede mal, de la casa y de la hacienda y va vendiendo las tierras y la familia se va comiendo el capital. Su hermana Caroline, algo mayor que él pero aún en la veintena, independiente, excéntrica, masculina y no desprovista de encanto, ha tenido que volver a Hundreds Hall para ayudarlo. Pero los Ayres no han llamado al doctor Faraday para que se ocupe de ellos, sino
de Betty, la joven criada de catorce años, que quizás solo está enferma de miedo, aterrorizada por aquello que percibe en la casa. Porque siempre son los niños y los animales los primeros en advertir lo siniestro. Aunque nadie la cree, en Hundreds Hall se oyen ruidos inexplicables, se ven sombras fugaces y marcas de fuego en las paredes y las cosas más familiares pueden volverse atrozmente perversas...


«El ocupante transcurre en esa deslizante frontera entre lo sobrenatural y lo psicopatológico y combina lo espeluznante con una aguda observación social. Una novela apasionante, perturbadora, infinitamente entretenida.» (Hilary Mantel, The Guardian)."
Pués bien, discrepo en lo de "apasionante, perturbadora e infinitamente entretenida". Si no lo dejé a la mitad fue porque era de Sarah Waters, porque tenía fe en que sucediera algo y salvo dos momentos (y lo dejaría en uno) de susto, la autora se podría haber ahorrado 500 paginas (el libro tiene 536) de interminables descripciones aburridas.  El ritmo del libro es extremada e insoportablemente lento y no sé en que estaba pensando cuando escribió el final, este sí lo voy a destripar porque te deja igual, 536 páginas para dejar un final de tomadura de pelo.Una auténtica pena por esta excelente autora que ha cubierto no precisamente de gloria con este libro.

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