jueves, 12 de julio de 2012

La niña de nieve

Sinopsis:
En Alaska, 1920, la sorprendente aparición de una niña convierte el sueño de un matrimonio maduro de tener una hija en realidad, pero: ¿habrá realmente surgido la niña de la nieve?
En los silenciosos bosques nevados de Alaska, la aparición de una niña misteriosa y salvaje cambiará la vida de una pareja que se había refugiado en ese paraje blanco huyendo de la tristeza y la monotonía de la ciudad. Una historia conmovedora sobre el amor, la ilusión, las segundas oportunidades y la capacidad de creer, ambientada en las hermosas y agrestes montañas de un país tan bello como duro, tan desafiante como inspirador.

Ha sido una historia refrescante. Alaska años 20 y centrándose la mayoría del libro en los inviernos. Aborda de lleno la maternidad/paternidad frustrada y en el dolor que provoca la pérdida de un hijo no nacido, algo  que por desgracia nos ha tocado vivir  a muchísimas parejas. Y hablo de parejas y de paternidades porque es lo que más me ha llamado la atención del libro, los sentimientos masculinos al respecto. Quizás le falle ahondar un poco más en algunos aspectos de la trama pero a grandes rasgos es una historia sencilla, bien narrada, bastante original y que se lee rápido. Os dejo un pasaje del libro para picaros la curiosidad:
"Durante años esos brazos habían sufrido por ese deseo. Era un anhelo al que intentaba no ceder, pero a veces se sentaba en una silla, con los ojos cerrados, los brazos cruzados sobre el pecho, y se imaginaba acunando a un bebé en ellos: aquel calorcillo confiado contra su cuerpo, la cabecita que olía a leche y a polvos de talco, aquella piel más suave que los pétalos de una flor. Había visto a otras mujeres con sus hijos y por fin había comprendido lo que ansiaba: el permiso ilimitado, no, la necesidad absoluta, de abrazar, acariciar y besar a esa personilla. Cuando mecían a un bebé en brazos, las madres se acercaban los labios a la frente del niño casi sin darse cuenta. Cuando paseaban con sus niñitos cogidos de la mano, las madres les alborotaban el cabello, o los subían en brazos para besarlos en la cara y en el cuello, con tantas ganas que los niños acababan riéndose de felicidad. En qué otra circunstancia de la vida, se preguntaba Mabel, podía una mujer demostrar su amor tan abiertamente, con tanta despreocupación."

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